Hacia finales de abril, se supone que todas las especies de aves estivales han llegado ya, sobre todo si escuchamos el bonito canto del escribano hortelano.
Lo bueno de la fauna esteparia es lo bien que se observa, exceptuando a la alondra ricotí. Oyes su canto, pero no aciertas a ver dónde se puede encontrar ese macho.
Por suerte para nosotros, no todas las especies son tan escurridizas como la ricotí. Las alondras comunes cantan sin parar, las cogujadas montesinas se posan en las paredes de las cerradas o en las tainas, donde también podremos ver a las abundantes collalbas rubias. A nuestro paso saldrán terreras comunes y bisbitas campestres, pardillos y, si hay áreas con matorral, alguna curruca tomillera.
Pero quizás aquí podremos disfrutar de dos de las especies más escasas en el conjunto de las estepas como son el alcaraván y la ganga ortega. De esta última sobreviven apenas 2-3 parejas.
Pero el páramo no es solo un buen lugar para ver aves esteparias pues a lo largo de la primavera esta zona es utilizada de forma habitual por una pareja de águila real cercana, por águilas calzadas y por culebreras, sin contar los abundantes buitres y algún alimoche de parejas próximas que se acercan a las naves de los ganaderos que quedan en Madruédano.
En el verano se puede madrugar y disfrutar de los diversos grupos familiares de aves que de vez en cuando se dejan ver y de algunas aves interesantes en paso.
Los chorlitos carambolos, aunque escasos, son seguros aquí. En las inmediaciones del pico San Cristobal de Madruédano se podría ver el paso de decenas de abejeros, alguna cigüeña negra, águila pescadora, milanos negros, águilas calzadas y culebreras.
El otoño traerá pocas novedades, pero un paseo por los bosquetes en torno a la Perera, Madruédano o Nograles deparará buenas observaciones de aves forestales.