En invierno podemos observar la pequeña colonia de buitre, chovas y grajillas que existe en la carretera de entrada a Lumías. Esa visita, junto con el pueblo, sus palomares y su entorno puede hacerse en cualquier momento del año.
A mediados del mes de marzo los pollos de los buitres están a punto de nacer y los alimoches estarán llegando a sus antiguos nidos. Tampoco es raro ver al halcón peregrino compartiendo vuelos con el águila real o escuchar el canto de los primeros roqueros solitarios. Según vaya avanzando abril el movimiento, tanto en los cortados como en las florestas irá en aumento con las nuevas especies que van llegando. Cucos, torcecuellos, bisbitas arbóreos que se suman a petirrojos, arrendajos, picogordos y trepadores azules, pitos reales y picos picapinos. Los bisbitas arbóreos y alcaudones dorsirrojos son de reciente aparición, como en muchas otras zonas del sur de la provincia.
Las características umbrías de estos bosques hacen de ellos un buen refugio de estas especies de ámbitos más norteños. Por ello el contraste es espectacular si después nos damos un paseo por la paramera circundante. Desaparecido todo rastro de vegetación, es el reino de aláudidos como la alondra común, terrera común y la alondra ricotí, el bisbita campestre, las collalbas rubias y grises…
En mayo y junio podremos ver y oír prácticamente a las mismas especies.
En verano las especies se mantienen y aunque dejen de cantar, no es mal momento para dar un buen paseo a primera hora de la mañana, antes de que caliente mucho el sol y disfrutar de numerosos bandos familiares. Habrá que estar atento a los charcos que hayan podido quedar del río porque allí acudirán muchas aves a beber.
Y es que, por mucho que haya llovido en invierno, no suele ser normal que el río lleve agua en verano, al menos, en todo su tramo central. Si que lo puede hacer en Lumías dado que hay unos manantiales por encima del pueblo.
Y a final del verano el paso postnupcial es bastante bueno con observaciones de aves como papamoscas cerrojillos y grises, mosquiteros, abejarucos, currucas…En el páramo de Torrevicente se verán mochuelos y quizás chorlitos carambolos, compartiendo páramos con los próximos de Guadalajara y los de Retortillo-Madruédano.
Y solo por el color de la otoñada, con ese color rojizo tan fantástico de los arces de Montpellier, merece la pena también la visita. Los mirlos capiblancos no son difíciles de observar en algunos puntos del cañón -también en abril-. Los últimos aviones roqueros quedarán hasta comienzos de noviembre y quizás también algún roquero solitario.
Después ya, según llegue diciembre, de nuevo el ciclo natural con los buitres leonados y los búhos reales quienes se disputarán los cielos, aunque en momentos del día bien distintos.