El invierno es una etapa dura en estos valles y páramos. Solo en el sector del sabinar que se adivina en la zona noreste, hacia Torremocha de Ayllón, hay más movimiento dada la buena provisión de frutillo que el sabinar aporta a las aves invernales. Buenos bandos de zorzales, mirlos, rabilargos y páridos se pueden observar aquí. En esta etapa también los buitres leonados y el búho real empiezan su periodo de cría.
Febrero es el mes en el que, algunos tímidos cambios se empiezan a notar en el ambiente con la aparición de algunas totovías en cualquiera de los bosques abiertos de la comarca, o de los aviones roqueros en los cortados. En el bosque de ribera del río los trepadores azules -colonizadores recientes- son de los más activos, aunque no faltan ni picos picapinos ni pitos reales.
Marzo ya nos anticipa la llegada de la primavera. Las aves invernantes van abandonando la zona y van llegando otras, como los verdecillos y los colirrojos tizones que en estas tierras se comportan como migradores parciales. Si hay un ave característica de los cortados es el alimoche. Tres parejas se distribuyen al menos por los distintos cortados y es en marzo cuando llegan, dejándose ver parados en los roquedos sin mayores problemas.
También estos cortados van siendo ocupados por aves que han ido de acá para allá en otoño-invierno pero que, ante la llamada de la reproducción, vuelven a ocupar agujeros y grietas: chovas y grajillas, estas últimas cada vez más escasas. Quizás el descenso de la cabaña ovina tenga que ver con esta rarefacción por otra parte observable en otros puntos de Soria. Los cuervos son los señores de los cortados, persiguiendo y hostigando incluso al águila real si penetra en su territorio. También algún halcón peregrino puede todavía verse, escaso, en las hoces.
En mayo y junio se observan los roqueros solitarios, gorriones chillones, palomas zuritas, cernícalos vulgares y roqueros rojos. Es por esta época cuando la reproducción de esas especies alcanza su momento álgido y los cortados rocosos se llenan de vida y cantos diferentes.
En julio y agosto los paseos por valles, campos y páramos será el complemento perfecto para tener jornadas espectaculares aquí. En los páramos -en concreto en el citado de Torraño- junto a la ricotí, hay collalba rubia, terrera común, bisbita campestre, escribano hortelano, curruca tomillera y mirlona -ésta también en buen número en los sabinares-…
En la ribera del río Pedro, tendremos una sinfonía coral de muchas especies de aves que habrán llegado en esos meses: ruiseñores comunes, mosquiteros comunes, petirrojos, papamoscas grises, oropéndolas, alcaudones comunes y dorsirrojos…
En el capítulo de rapaces tenemos aguiluchos cenizos hacia los campos de Ligos y Torraño, ratoneros y calzadas, algún furtivo gavilán y la culebrera europea. Mas raro de oír será el chotacabras cuellirrojo, detectado en los últimos años por esta zona junto con el más abundante chotacabras gris. Los autillos también acompañaran nuestros oídos en esos momentos pues es una especie frecuente todavía en estas riberas.