La primavera es el mejor momento para disfrutar de la variedad de aves presentes en este espacio.
El paraíso de las currucas. Un paseo corto a primeras horas del mes de mayo, entre la ribera del río Escalote al pie de Rello y el fondo de valle del cañón, con sus laderas cubiertas de matorral va a darnos la posibilidad de observar casi todas las currucas existentes en la Península. Solo la curruca zarcera no se quedaría a criar aquí, pudiéndose ver en ambos pasos de manera amplia. Las currucas mosquiteras y capirotadas no se moverán del ambiente fresco del bosque de álamos temblones y en el fondo de valle aparecerán currucas carrasqueñas y mirlonas, estas también en una de las densidades más altas que puede encontrarse en la mitad norte de la península.
Desde hace pocos años se observan currucas cabecinegras que tienen en estos valles termófilos del sur de la provincia uno de sus escasos reductos en Soria. Las currucas rabilargas parece que escasean, pero todavía no son raras y lo mismo ocurre con las currucas tomilleras, que aquí deberían llamarse currucas “aylagueras” por la dependencia de ese arbusto. Este paraíso arbustivo que se desarrolla en el fondo y las laderas del valle es aprovechado por otras especies de como zarceros políglotas, alcaudones comunes y escribanos hortelanos. Todo ello hace la aproximación en los meses de mayo y junio una auténtica delicia.
Las ricotís. Si hablamos de unas de las mejores zonas de alondra ricotí, no solamente aquí sino en España, es lógico que demos pistas acerca de cuándo es el mejor momento para observarlas, sabiendo, de antemano, que esto es muy difícil por el propio comportamiento esquivo de la especie y sus costumbres retraídas y crepusculares.
Desde aquí recordamos que está totalmente prohibido el uso de reclamos y grabaciones con el fin de atraer los ejemplares a nuestra posición. Se ha comprobado científicamente que, este uso, puede conllevar fracasos reproductivos de algunas parejas, al romper los huevos de su nido el macho de esa pareja, ante el miedo de que no sea él, el padre verdadero y sí otro macho próximo.
Dicho esto hay que saber que detectar a las ricotís no tiene ningún problema, pues pocas especies tendrán un canto tan característico y de tan largo alcance.
La mayor emisión del canto -que tiene una finalidad territorial- se produce durante la hora y media anterior al amanecer. Si febrero tiene buenos días, anticiclónicos y despejados, ya se pueden oír algunos de estos cantos. En marzo los mismos se van prodigando más, generalizándose en abril, con un máximo en mayo y primera quincena de junio.
Que los momentos álgidos del cante sean antes del amanecer no quiere decir que después, ya con la luz del día, no cante. Lo hace, y en el momento máximo del celo, lo hace mucho también. Canta desde el aire como otros aláudidos pero durante el día la mayor parte del tiempo lo hace desde el suelo, o al resguardo de la vista encima de una piedra tapada por algún arbusto. Ahí tendremos que ser pacientes e intentar localizar ese posadero desde el que canta, pues algunos se sitúan muy cerca de los caminos principales que cruzan el páramo.
En verano es muy difícil observarlas pues el calor, como al resto de las aves, hace que cesen en gran parte su actividad. Desde mediados de septiembre/octubre se produce un pequeño repunte en el canto de las ricotís que cesarán en noviembre-diciembre. En esas épocas, una vuelta por el páramo puede ser algo frustrante, incluso en días buenos pues apenas veremos aves.
Desde mediados de mayo hasta mediados de junio podremos oír también algún sisón, quizás ya de los últimos pues, si nadie lo remedia y parece que no, es una especie que va a desaparecer, no solo de aquí sino de otros muchos lugares de España.
La última pincelada de los páramos es la recomendación de hacer un breve recorrido al final del verano, desde el 20 de agosto hasta el 20 de septiembre aproximadamente. En esas fechas ya notaremos paseriformes en paso: aviones, golondrinas, lavanderas, tarabillas norteñas…haciendo que la diversidad de aves aumente. No obstante, hay un visitante asiduo que escoge estas parameras para hacer un alto en el camino entre su tundra natal y los enclaves africanos en los que pasará el invierno: el chorlito carambolo. Bandos hasta 30 ejemplares se han citado en las fincas que se extienden entre Rello y Barahona.